jueves, 3 de junio de 2010

¡Restauración!

Mientras la cizaña sofoca la inmensidad de tus cultivos, y mientras te espero Señor. Me hundo en agonizante desesperación ante la impotencia de este débil yo que trata de alcanzar y que no alcanza, y que suda y sufre en el dolor de ver barrer la hoz a través del campo y no cosecha
Este yo que pobremente pretende estar viendo lo que no puede ver, que una rama no puede producir una simple hoja, a menos que se este nutriendo de la savia de su tronco.
Porque ni una sola semilla será plantada en tierra fértil sin que el paso de tu mano sobre ella la haya fecundado primero, ni una sola planta germinará sin tu preciosa agua, ni un solo fruto crecerá sin que el jugo vital de tu Santo Espíritu la atraviese primero.
Los edificios se están desmoronando en decaimiento por el moho y la herrumbre que subyugan sus espíritus,
O están siendo invadidos por las moscas y los gusanos, mientras sus esfuerzos pestilentes te causan repugnancia.
Y yo oh Señor proclamo querer restaurar el esplendor de tu deteriorada novia, pero no tengo una voz imponente o sutil, no tengo una actitud encantadora o carismática.
Por tanto me arrojo a tus pies en clamor y desesperación, pidiéndote que Unjas más mi cabeza con aceite, que me des más de tu precioso espíritu Señor, que conviertas mi coraje en ira y mi hambre en desesperado ardor por tu dolor, para que persiga yo con más vehemencia el absorber el fruto de tu gracia. Y para que camine imperturbable e invencible, a través de los muros de sus fortalezas y corte a través de carne y hueso con la espada de tu espíritu y derribe las puertas de sus prisiones y corte a través de sus cadenas y tome control de tus posesiones, y derrame sobre ellos tu sangre preciosa, y los haga nueva vez blancos como la nieve.
Te estoy gritando a ti Señor, y puedo escuchar mi voz resonando en las paredes de mi propio descontento, al reflexionar sobre los dones y el corazón con los cuales tan misericordiosamente me has equipado, y los cuales a menudo me siento como si se hubiesen echado a dormir, mientras el reloj de mi desesperación mantiene su tic-tac, y siguen sonando obstinadamente las alarmas las cuales persisten en decirme, ve, has, se, di, actúa.
Y espero en ti Señor. Y me siento a tus pies y me aferro a sus sandalias mientras impacientemente espero.
Pues no tengo un hacer o un ser o un ir o mover o un decir, que no venga de ti señor, porque no tengo una espada con la que pueda yo cortar o abrir o barrer o penetrar si lo hiciese en mi propia energía.
Pues Tu me das la fuerza con que vivo, Tu me das el aliento que respiro, Tu has estado a mi lado todos los días de mi vida, aun en esos días en que estaba vestido yo de mugre, aun cuando estaba yo lleno de óxido y de moho y cuando las moscas y los gusanos invadían cada parte de mi alma.
Y cuando llegó mi tiempo, me sumergiste en el fruto de tu gracia, derramaste aceite sobre mi cabeza, y tu espada penetro a través de carne y hueso y derribó las puertas de mi prisión y cortaste a través de mis cadenas y tomaste control de tus posesiones, y derramaste en mí tu preciosa sangre, y me hiciste una vez más blanco como la nieve.
Todavía tengo mucho que aprender, ¿no es así señor?
Supongo que voy a sentarme aquí a tus pies, y aquí estaré aferrado a tus sandalias, y seguiré esperando con paciencia por ti.
¡Sean bendecidos!

Rev. José A. Luna
Siervo de Cristo Jesús

No hay comentarios.:

Publicar un comentario