domingo, 6 de junio de 2010

Porque Hago lo que hago?

Mientras se dirigían a la escuela esta mañana, mis hijos fruncían el ceño y se quejaban de que no voy a estar aquí mañana en la mañana para darles un beso y un abrazo en su salida hacia la escuela.

Mis hijos y yo tenemos una serie de rutinas que se han convertido en habitual. Todas las mañanas los despido en la puerta cuando salen a la escuela, cada noche alrededor de las ocho nos reunimos para la devoción, cada noche los envío a la cama en oración, y cada una de esas actividades es una parte de la alegría, del gratificante placer de la paternidad, pero lo más importante es que esta rutina es parte de quienes somos y del amor que continuamente nos damos unos a otros.
Yo no podría escapar la obligación de hacer estas cosas todos los días, porque cuando es tiempo para hacerlas mis hijos me encuentran en la casa y toda otra labor tiene que ser detenida hasta que hayamos terminado con ellas.

Algunas noches si tengo actividades de la iglesia o reuniones, mis hijos esperan hasta que yo regrese, y si llego tarde tienen gran dificultad para conciliar el sueño.

Pero cuando viajo, y esto sucede muy a menudo, las cosas tienen que ser reajustadas, y llevo conmigo el dolor de no poder besar a mis hijos al despedirlos a la puerta en las mañanas, no puedo hacer el diario devocional con ellos, no puedo ponerlos a la cama cada noche, mi esposa tiene que hacerse cargo, y aunque ellos lo entienden, se quejan de que no es lo mismo. Esto no quiere decir que mi esposa no hace un buen trabajo con la devoción o las oraciones, simplemente significa que no estoy allí, y me duele, y les duele a ellos, pero tenemos que vivir con ello, debemos aceptar las consecuencias de ser un ministro misionero, una persona a quien el Señor siempre envía a lugares extraños a predicar su palabra, a alcanzar a los perdidos, a socorrer a los necesitados.

Mis hijos ya entienden por qué hay que hacer este tipo de trabajo, y lo aceptan de mala gana, pues no hay alegría en saber que tengo que estar ausente de sus momentos tan a menudo.

Sin embargo, ¿cómo vamos a cambiar esta situación? El Señor escoge lo que hacemos y caminamos en obediencia y nos regocija el honor de poder servirle de tal manera, aunque no es pequeño sacrificio el no poder estar allí cuando mis hijos van a la cama, cuando llega el momento de su devoción, cuando van a la escuela en la mañana.

Jesús dijo: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame" (Marcos 8:34). El no dijo, si alguien quiere seguirme traiga a tu familia, o les pondré en un lugar agradable y cómodo. El dijo en voz alta: "Y cualquiera que no lleve su cruz y me sigua, no puede ser mi discípulo." (Lucas 14:27)

Él va más lejos al enseñarnos en el mismo capítulo que debemos odiar a nuestro padre, a nuestra madre, a nuestros hijos, por su propósito, no en el sentido literal, no en realidad odiando nuestra familia, sino respecto a las consecuencias del sacrificio que debemos hacer por el bien del evangelio.

Yo no voy a lugares extraños dejando solos a mi esposa y los niños por semanas a la vez porque me encanta, de hecho me duele el corazón cada vez que estoy lejos, y ellos también sufren. Y a veces debemos ir a lugares inhóspitos donde tenemos que conformarnos con lo que hay disponible, y a menudo no hay alimentos o agua o higiene alguna en estos lugares.

Pero el amor de Jesús, y la pasión por los perdidos, no cuesta poco, aunque vale la pena cada porción de sacrificio, porque no hay nada más poderoso que experimentar la presencia de Dios en tu vida, y saber que estás siendo parte de la mayor hazaña que alguien puede realizar.

"Porque muchos son llamados, pero pocos los escogidos" (Mateo 22:14). Jesús nos enseña claramente en la parábola del gran banquete cómo funcionan las cosas en el reino de los cielos.

He sido elegido para responder su llamado y yo quería ser elegido, porque hay un propósito mas grande que todas las cosas en nuestra presente vida, un propósito que va más allá de toda comprensión humana, un objetivo establecido para nosotros desde el principio de los tiempos, y el cual algunos de nosotros está dispuesto a escoger y otros no.

Mi alegría esta en poder llevar el evangelio a las naciones, que los que responderán tengan la oportunidad de escuchar. Porque, "Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo." (Joel 2:32) Pero, "¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no son enviados? Como está escrito: « ¡Cuán hermosos son los pies del que trae las buenas nuevas! '" (Romanos 10:14-15). ¡Y esta es la fuerza que me mueve!

Hay grandes necesidades materiales entre los pobres del planeta, más de la mitad de la población del mundo está muriendo de hambre según la Organización Mundial de Salud,

Con nuestros esfuerzos logramos traer aliento a muchas comunidades del tercer mundo, pero no importa lo mucho que hagamos, nunca será suficiente, sin embargo, este razonamiento nunca nos impedirá hacer lo que podamos, porque si la vida de un solo niño es salva a través de nuestros esfuerzos, ya es una gran victoria. Y no hay mayor triunfo que ver las almas de aquellos que están muriendo de hambre y sed, siendo rescatadas de la condenación eterna.

Las donaciones de los corazones compasivos nos ayudan a extender las manos a muchas comunidades del mundo Hispanoamericano que carecen de fuentes de agua potable, o de los nutrientes básicos, o recursos médicos, a muchas comunidades que han sido olvidadas por el mundo civilizado.

Y de igual manera que con nuestros limitados recursos traemos un pequeño alivio a su dolores físicos, también les traemos la buena nueva del Evangelio de Jesucristo, el cual les trae esperanza, la esperanza más grande del mundo, la esperanza de la gloria eterna ante la presencia del Señor.

¿Por qué hago lo que hago? Porque es importante para cada uno de aquellos cuyos ojos se iluminan por la esperanza, cuyo dolor es calmado aunque sea un poco, y cuyas almas son rescatadas por la eternidad.

Que el Dios del amor y la compasión, os traiga a vuestros corazones la compasión de su hijo Cristo Jesús, y que el les guíe a extender sus manos, de la manera que sea por el bien de aquellos que hoy día carecen de toda esperanza.

Para donaciones o colaboración visite nuestra pagina; www.casadesalvacion.com


Rev. José A. Luna
Siervo de Cristo Jesús

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