viernes, 8 de octubre de 2010

Llenar el Calzado de Jesús!

Me gustaría atreverme a ponerme los zapatos de Jesús, mas las muchas veces que estos pensamientos vinieron a mi mente he tenido que parar y pensar, y todos mis defectos y mis complejos y limitaciones han invadido mis pensamientos, y rápidamente me he desanimado.
Quiero decir, ¿cómo podría yo pensar siquiera por un minuto en ser comparado con el rey de reyes? ¿cómo podía caber en mis pensamientos la idea de parecerme al único hombre perfecto que jamás haya existido en este planeta? Y, sin embargo no me desanimo porque no pueda ser como él, sino porque soy un cobarde, uno con apenas la fe suficiente para calificar para la salvación, pero que no posee la capacidad para superar todas las debilidades humanas.
Es cierto que en términos humanos, es imposible vivir una vida de santidad, y que sólo por el poder del espíritu podemos llegar a ser triunfadores para el reino de Dios. Pero aun cuando el Espíritu batalla con la carne arrebatándole su poder y tomando el control de la actitud y los procesos de pensamiento en una persona redimida, estamos hablando de una batalla de proporciones épicas, ya que el poder de la carne, el cual ha prevalecido en su mayor parte en mantenernos en el pecado no desfallece fácilmente, no se somete con facilidad a las imposiciones del espíritu, incluso a medida que maduramos en el conocimiento de Dios.
Yo había caminado en la oscuridad por mucho tiempo, y aunque la amplia experiencia que viene con una vida turbulenta nos da el poder para proteger nuestro recién descubierto tesoro con pasión feroz, y el hambre de querer acumular más de este tesoro, a través de regalárselo a aquellos que aún no lo han encontrado, el doloroso reflejo en el pasado es sin duda un desafío, ya que siempre nos persigue, y a menudo retorna a darnos batalla a través de la tentación.
Tendemos a pensar que los que nacen en la fe lo tienen fácil, porque ellos no conocen la verdadera maldad, ellos no han estado expuestos a las garras y las fauces de la perversión y la inmoralidad y el libertinaje en toda su extensión, e igualmente tenemos la tendencia pensar que ellos lo tienen peor, pues la apostasía está siempre a la puerta, a causa de su inexperiencia.
Pero la verdad es, la depravación, no tiene misericordia de nadie, porque es un residente permanente en nuestra identidad, es una parte intrínseca de lo que somos, es la suciedad incrustada en nuestro ADN. Y aquellos que afirman haber logrado la pureza, a ellos, yo los llamo mentirosos en su cara, pues esta no es una bandera que nos pertenece, incluso cuando nos convertimos en estudiosos de la palabra, aun cuando podemos afirmar que realmente conocemos al padre.
Así que pretender ser como el hijo del Dios viviente es sólo para tontos, es sólo para los de mente estrecha y los ingenuos,
Aquellos de nosotros que de verdad entienden las consecuencias de tales pretensiones, acaban por lanzarse boca abajo en el suelo y pedir la misericordia de Jehová,
Su gracia es un asunto de su soberanía, y Él sonríe mientras nos ve tratando tan arduamente de agradarle, cuando nos ve luchando por hacer mucho por él. Y tan a menudo decimos que lo hacemos porque lo amamos, sin embargo, en el fondo de nuestra mente estamos frecuentemente, aun sin darnos cuenta, tratando de ganar puntos, de merecernos nuestro ascenso hacia arriba. Cuan despreciable insensatez, pues mientras nos empeñamos en construir una casa para él, estamos frecuentemente, aun inconscientemente instalando ladrillos defectuosos en la misma, y aun si nuestra fundación fuera o no la roca de la salvación, el Cordero de sacrificio, cada capa que construimos esta simplemente llena de agujeros, y el colapso inminente se avecina, aun mientras desplegamos con orgullo la grandeza de aquel para quien construimos, sin mirar a nuestros verdaderos motivos.
Jesús nunca esperó que fuésemos como él, todo lo que pidió es que seamos fieles a su palabra,
Una vez nos dijo que haríamos mas grandes cosas que las que Él hizo, y tratamos de construir un castillo para él, excepto que lo construimos en la arena. Todo lo que Él espera de nosotros es que mantengamos su nombre en nuestro corazón y nuestra mente y nuestros labios; eso es todo lo que realmente nos ha pedido.
En todos los casos Él escogió a cada uno de sus discípulos diciéndoles "sígueme", Él inclusive nos dijo "Estén en mí como yo estoy en ustedes", lo cual no se traduce "hazte igual a mi"
Sé perfectamente que no puedo ser Jesús, esto sería inverosímil, se que ni siquiera podría pretender ser una buena imitación, no mientras estoy en esta carne de corrupción, la cual continua siendo pecadora aun mientras yo la golpeo, la castigo y la obligo a someterse todos los días al conocimiento de Jesús.
Todo lo que espero poder ser es sólo un buen discípulo.
¿Tú quieres tratar de llenar el calzado de Jesús? Solo da gracia, como él te dio gracia!

Rev. José A. Luna
Siervo de Cristo Jesús

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