Imagínate que estás de pie sobre una pista, y hay un tren de carga moviéndose rápidamente hacia ti, imagina que puedes ver que viene este tren de alta velocidad, y que sabes que cuando llegue a ti te va a golpear duro, pero no te va a matar al instante, sino que te va a arrastrar debajo contra la tierra y los rieles, arrancando tu piel y tu carne, y golpeándote a izquierda y derecha, y vas a estar lentamente sintiendo el horrible dolor, la tortura mientras el tren avanza, y no puedes hacer nada al respecto. Tú sabes que esto va a suceder, pero no puedes moverte del paso del tren. ¿Qué tendrías en tu corazón en un momento como ese? ¿Cuáles serían tus pensamientos? ¿Cuál sería tu plegaria, tu oración?
Jesús estaba de rodillas en Getsemaní, con su rostro pegado a la tierra, aferrado a una oración intensa, pues él sabía lo que venía, sabía todos los detalles gráficos de las horas que estaban delante de él, y él sabía que tenía que soportarlo. Pues en su naturaleza misma de Dios, Él lo había previsto todo; el látigo y las espinas y los clavos y la lanza y los insultos y la humillación, pero sobre todo, él había previsto el rechazo de el único ser que en ese momento le importaba, había visto la separación, y el rostro del padre alejarse de él.
"Mi alma está muy triste, hasta el punto de la muerte", dijo él (Marcos 14:34)
Y estando en angustia, él oraba más intensamente, y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían al suelo. (Lucas 22:44)
(Hematidrosis (también llamado hematohidrosis) es una condición muy rara en la cual un ser humano suda sangre. Esto puede ocurrir cuando una persona está sufriendo altos niveles de estrés, por ejemplo, al confrontar su propia muerte. Ref. Wikipedia)
No podríamos comprender el estado de ánimo y el comportamiento de una persona en tales circunstancias, y Jesús pudo perfectamente haberse marchado, El pudo haber decidido, ‘yo no voy a pasar por esto’, y simplemente marcharse con sus discípulos a otros lugares, fuera del alcance de la multitud que venía a buscarlo, pero él entendía que la única manera de llegar al otro lado era caminar por ese valle de las sombras, él sabía que a menos que ese tren de carga lo golpeara, y lo arrastrara a lo largo de la pista abatiéndolo contra los rieles y la tierra, a menos que Él fuese golpeado y torturado, a menos que su sangre fuese derramada por las calles de Jerusalén, a menos que los clavos fueren martillados a través de sus manos y pies, y, a menos que Él soportara las horas de agonía, no habría redención para el mundo, no habría una expiación, no habría borrón y cuenta nueva, sólo la maldición y la condenación eterna para toda persona humana.
"Sin embargo, no se haga mi voluntad sino la tuya" (Lucas 22:42)
No creo que tenemos la capacidad para asimilar tales circunstancias, y puedo afirmar casi con seguridad que cualquiera de nosotros se habría levantado y se hubiese marchado. Sin embargo, la historia nos enseña que los cristianos cantaban himnos en las calles de Roma mientras estas eran iluminadas con sus cuerpos quemados en los tiempos de Nerón, también leemos a menudo de aquellos que viven en las zonas rojas y de los misioneros que ignoran el peligro para servir a nuestros Señor Jesús y llevar el evangelio a las naciones. Con frecuencia leemos de los encarcelamientos y los asesinatos y abusos en muchos países del mundo. Se trata de personas como tú y yo, excepto que ellos están dispuestos a pararse frente al tren de carga, confiando en que Dios lo descarrilara o cambiara su dirección. Y a menudo oímos los milagros en esas naciones, escuchamos como el poder de Dios se mueve de manera extraordinaria, y en contra de todo pronóstico trayendo la ayuda y la esperanza y la salvación, trayendo la luz donde sólo había oscuridad.
El pasado mes de agosto, diez misioneros médicos cristianos fueron asesinados en Afganistán, entre ellos seis estadounidenses un británico y un alemán. Estos fueron asesinados supuestamente por tratar de convertir al cristianismo a los musulmanes.
La persecución hoy día se ha extendido. Es más peligroso predicar el evangelio hoy día en la mayoría de los lugares en el mundo de lo que era en la época de los apóstoles. Y aun así muchos hombres y mujeres avanzan, dispuestos a dar sus vidas por el amor a Jesús. Muchos están dispuestos a permitir que ese tren de carga les atropelle, incluso si ello implica la angustia y el sufrimiento, y que les sea rasgada la piel y la carne.
Fuimos llamados a ser misioneros, estas fueron claramente las instrucciones de nuestro Señor Jesucristo antes de su ascensión; Id, y haced discípulos a todas las naciones. Y si llegamos a ser misioneros en nuestro propio patio, o a diez mil millas de distancia de nuestro hogar, debemos estar dispuestos a arriesgar nuestra comodidad, a romper nuestra burbuja, y a ponernos de pie delante de ese tren de carga.
Debemos estar dispuestos a decirle al Señor "no se haga mi voluntad sino la tuya" porque sabemos que ni un solo pelo en nuestra cabeza se caerá si no es su voluntad, y no importa dónde estemos o lo que hagamos, cuando ese tren de carga viene, vamos a ser golpeados. Y si vivimos o morimos, vivimos para el Señor, y morimos para el Señor.
Que la voluntad de Dios prevalezca en sus vidas en toda circunstancia.
Rev. José A. Luna
Siervo de Cristo Jesús
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