domingo, 24 de octubre de 2010

El Principio de la Sabiduria!

¿Cuántos de nosotros los occidentales han visto u oído las historias o las representaciones de la natividad de Jesús y la crucifixión? Puedo decir sin vacilación que todos nosotros las hemos visto o escuchado en un momento u otro.
¿Cuántos de nosotros hemos escuchado o leído algún tipo de refrán o una parábola o una historia extraída de la Biblia? Definitivamente puedo decir que todos hemos hecho eso.
De hecho la mayoría de nosotros usa o ha usado en el pasado el nombre de Dios y de Jesús en conversaciones rutinarias, y por diversas razones, a menudo para blasfemar o jurar, o en clamor al Todopoderoso por concesiones o favores.
Sin embargo, cuando se trata de reconocer el señorío de Jesucristo, todos nos quedamos cortos.
Muchos de nosotros evita el tema o lo rechaza, a menudo sintiéndonos ofendidos o incómodos, a menudo retirándonos, huyendo o escondiéndonos, a menudo incluso maldiciendo o tomando una actitud acusativa o agresiva, o simplemente negativa.
Esto es una paradoja interesante. Pues Incluso la mayoría de ateos tienen un conocimiento intelectual de que Jesucristo es el Señor, y prácticamente todo el mundo sabe que Jesús murió por los pecados del mundo, sin embargo, cuando se trata de afectar nuestra vida, o interferir en nuestros asuntos, casi siempre le bloqueamos. Establecemos actitudes defensivas y barreras las cuales él no es permitido penetrar.
En una encuesta callejera encontraríamos que la mayoría de la gente cree en el cielo y el infierno, y que todo el mundo entiende que debe ser bueno para ir al cielo, muchos están aún convencidos de que van a ir al cielo debido a su comportamiento, pero más a menudo, excepto para los cristianos nadie puede dar una respuesta directa a la pregunta: ¿cómo vamos al cielo?
La verdad es que hemos sido engañados en la creencia de que lo único que importa es la vida que vivimos en esta tierra, que debemos perseguir el éxito y la riqueza y vivir una vida de felicidad, llena de lujo y de comodidad y de ganancias y acumulaciones egocentrístas.
Nuestro establecimiento de objetivos se ha reducido a las cosas materiales que podemos lograr, a la cantidad de dinero que podemos acumular, a cómo llegar a ser bien conocidos o famosos. Y en la mayoría de los casos, el legado que esperamos dejar a nuestros herederos es la fortuna, la educación y el patrimonio.
Comúnmente nos preocupamos únicamente por lo que va a pasar con nuestra familia, con nuestros hijos, si morimos. Tenemos poca o ninguna preocupación por el más allá, y en muchos casos, cuando lo hacemos, tenemos una mezcla de ideas incoherentes que no se identifican con el hecho de que somos malos por naturaleza y la recompensa del mal es el castigo eterno.
Las miríadas de religiones que han invadido nuestra cultura occidental todas invocan una vida de bondad egoísta enfocada en ganar puntos para la otra vida, pues, como en la balanza de la justicia, mientras más peso ponemos en nuestra bandeja de bondad, más posibilidades tenemos que ir al cielo o de alcanzar el nirvana o de reencarnar en una persona mejor, o de obtener un harén y una abundancia de bendiciones en nuestra otra vida.
Nadie se detiene a pensar que si Dios existe, y si Él es un Dios perfecto, y si no hay pecado en Él, entonces Él no puede lidiar con el pecado, y, si vivimos en pecado, no importa que tanto bien hagamos, o la cantidad de dinero que demos, o a cuántas personas ayudemos, o las obras de caridad o filantropía. Si vivimos en pecado, sencillamente, no podemos llegar y no llegaremos a ningún lugar cercano a Dios cuando dejemos esta vida. Sólo la condenación y el sufrimiento en las llamas del infierno nos harán compañía durante toda la eternidad.
La cosa es que la vida que vivimos hoy es perecedera, y sin embargo la mayoría de nosotros vivimos como si la muerte fuese algo lejano, algo que nunca va a pasar o que le va a pasar a otra persona, o algo para preocuparse en nuestra vieja edad, sin embargo, nuestros cuerpos frágiles están expuestos a esta realidad continuamente.
Pues vivimos en un mundo defectuoso, totalmente contaminado y lleno de situaciones potencialmente peligrosas, los productos que consumimos, el medio ambiente que nos rodea, las fuerzas de la naturaleza, nuestro estilo de vida, todo dentro de nuestra esfera de acción es potencialmente mortal, y nuestro frágil cuerpo no puede manejar extremos muy bien, quienes llevan una vida saludable a menudo no se dan cuenta, pero es suficiente que vallamos a una unidad de urgencias de cualquier hospital, a menudo podemos allí ver lo que realmente somos, de que realmente estamos hechos, y que no podemos realmente predecir nuestro futuro. No tenemos absolutamente ningún control sobre nuestras vidas.
Para aquellos de ustedes que no están convencidos, le sugiero que tomen unos minutos para leer los obituarios en cualquier periódico, los cuales están llenos de pequeñas notas sobre personas que tenían grandes esperanzas y expectativas y sueños, estos están llenos de breves Eulogias sobre personas jóvenes y viejas, porque la muerte no tiene preferencia ni distinción de persona, y no tiene restricciones de edad o raza o religión o sexo.
Y cuando llega el final, nos guste o no, lo creamos o no, todos vamos a seguir viviendo una vida eterna, la cual dependerá plenamente de la vida que hemos vivido en la carne, y nuestro destino final no será determinado por un marcador o una balanza, sino por un solo hecho, lo malo que hemos hecho. Y no importa en absoluto si usted fuera un criminal endurecido o un mentiroso ocasional, un asesino de masas o alguien que engaña a su esposa, porque en el día del juicio todos los pecados son sólo eso, pecados, y toda persona pecadora será eternamente separada de Dios y de toda bondad, y de todo favor, y será enviada donde él o ella pertenece, al lago del fuego eterno.
Sin embargo, yo comencé esta nota hablando de la historia de la natividad y acerca de la crucifixión, las cuales ambos son parte común del folklore occidental y muy familiar para nosotros.
La Biblia nos dice en Proverbios 9:10 que el temor del Señor es el principio de la sabiduría y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia.
Si hemos oído hablar de esa historia del nacimiento y la crucifixión y la resurrección de Cristo, entonces sabemos que los que vienen a Él nunca serán rechazados. Pues "de tal manera amó Dios al mundo que dio a su único hijo para que todo aquel que cree en Él no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvar al mundo a través de él. (Juan 3:16-17)
En otras palabras, al abrazar la fe en nuestro Señor Jesucristo, y venir a Él con un corazón arrepentido y pidiendo perdón por nuestros caminos de pecado, podemos ser salvos. Él puede ahorrarnos las preocupaciones acerca de a donde vamos cuando nuestras vidas en la carne se terminen. Pero más importante aun es que tenemos un legado extraordinario para dejar a nuestros hijos, que ellos puedan tener la vida eterna por medio de la fe en Jesucristo.
Sin embargo, hay una condición establecida en todo esto. No podemos pretender venir a nuestro señor Jesucristo en arrepentimiento y recibirlo como nuestro Señor y Salvador. No debemos pensar que podemos comprar nuestro camino al cielo diciéndole a Jesús: Señor, Te amo y voy a dedicar mi vida a ti, y luego continuar con nuestras vidas como si nada hubiese cambiado, porque los que realmente reciben a Jesús están constantemente siendo transformados por el Espíritu Santo en una nueva persona, pero los que se resisten a las directrices del Espíritu Santo no son verdaderamente de Dios, no son verdaderamente salvos, y no van a ir al cielo, pues la Biblia dice que aquellos que caen después de haber conocido el poder del Espíritu Santo, están crucificando a Jesús de nuevo, y no hay esperanza para ellos.
Si conoces a Jesús, pero Jesús no te conoce, es hora de que decidas realmente conocerlo. Ya sea que te llames cristiano o no, independientemente de tus creencias o religión o tradición, si has escuchado la historia de la natividad, y la historia de la crucifixión y la resurrección de Cristo, y si estas han tenido algún impacto en ti, o si deseas tener una imagen definida y clara de tu vida después de la vida y de las muchas recompensas que el Señor ofrece en esta vida para aquellos que verdaderamente le siguen, entonces es hora de que caigas sobre tus rodillas y te arrepientas de todos tus pecados del pasado y del presente y renuncies a ellos para siempre, y le pidas al Señor Jesucristo que se convierta en el amo de tus dominios y que te de la vida eterna a partir de hoy. E inmediatamente encuentra una Biblia y leerla todos los días, y ora a Dios por dirección y orientación. Y encuentra un grupo cristiano y únete a ellos.
Y si haces esto, el Señor te bendice con una bendición extraordinariamente poderosa e incomprensible en el mundo espiritual, la cual te traerá la paz y el entendimiento, mientras el Espíritu Santo se convierte en una parte de ti.
Que el amor infinito de Dios y de Su hijo Jesucristo te abrace y te de ternura y calor, sabiduría e inteligencia.

Rev. José Antonio Luna
Siervo de Cristo Jesús

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