Como ya lo hemos dicho, ahora lo repito: si alguien les anda predicando un evangelio distinto del que recibieron, ¡que caiga bajo maldición! (Galatas 1:9)
Yo soy un predicador, pero ser un predicador no me da el derecho de traer tonterías al pulpito, de hecho esto no sería cosa de un predicador.
Yo no soy un comediante y aunque creo que la predicación rígida no es lo que el Señor nos ha llamado a hacer, que un ocasional comentario humorístico mantiene al público despierto, especialmente a aquellos que están mas necesitados de la predicación, yo no soy un comediante, yo no fui llamado a contar chistes en el púlpito, o hacer muecas o movimientos contorsionistas, yo no fui llamado a hacer malabarismos o a presentar trucos de magia. Yo soy un predicador y lo que hace es un predicador a predicar. Si yo hubiera sido destinado a ser un entretenedor, yo estaría entreteniendo, y no hay nada malo en ser entretenido en la predicación, pero el propósito de la predicación es el de provocar convicción, es edificar e instruir, es causar que la audiencia sea capaz de decir al final de un servicio, este mensaje era para mí y me enseñado algo.
Yo soy un predicador, pero ser un predicador no me da el derecho de tomar ventaja de mi público, de hecho esto no sería cosa de un predicador.
No soy un vendedor, y aunque creo que hablar de el mandamiento bíblico de los diezmos y las ofrendas es tan necesario como hablar de la salvación por la gracia de Dios, y que este tema da la oportunidad a muchos, que no entienden la importancia de dar, para aprender de la lluvia de bendiciones que están reservadas para aquellos que honran a Dios con sus diezmos y ofrendas, no he sido puesto en el púlpito para empujar productos como un vendedor de baratijas, no tengo derecho a utilizar el tiempo que me ha dado Dios para predicar su mensaje, para tratar de extraer dinero de mi público con cosas que no valen nada y que no les servirán para crecimiento espiritual.
Yo no soy un comerciante, o un anunciador o anfitrión de infocomercial, soy un predicador, y si empiezo a decirle a mi público que por un pequeño aporte recibirán una foto mía tomado de la mano con Jesús, o que si me dan me una ofrenda les enviare un pedazo de la toalla que usé para secar mi sudor durante una ungida sesión de predicación, entonces yo no sería predicador, sino un vulgar ladrón disfrazado de predicador, y yo no seria mejor que esos ladrones sofisticados que a menudo manipulan a las multitudes con sus estafas. Yo soy un predicador, no un comerciante barato. Y si alguna vez intentara vender una idea, seria el hecho de que hace dos mil años hubo un hombre que escogió ser clavado en una cruz para pagar el precio por los pecados del mundo, y que este hombre fue resucitado al tercer día, y que Él esta hoy sentado a la diestra de Dios, y que no hay otro camino para ir al Padre sino por Él.
Yo soy un predicador, pero ser un predicador no me da el derecho de presentar mis propias ideas a mi audiencia; de hecho esto no sería cosa de un predicador.
Un verdadero predicador predica sobre un solo tema y ese tema tiene que ver con el hombre que es Dios, Jesucristo nuestro Señor. Un verdadero predicador no necesita pedir prestado de fantásticos libros escritos por hombres extraordinarios, porque tiene el único libro que necesitará siempre, y el único hombre sobre quien se supone que debe predicar.
Y cuando un predicador dice cosas que no vienen de la Biblia, este no es un predicador, no importa lo bueno que este sea como orador. Anoche estaba leyendo a alguien que dijo una vez: 'buena predicación, sin la unción del Espíritu Santo no es una buena predicación, sino filosofía hueca ». No puede haber unción cuando una persona está hablando en sus propios términos, llenando a su público con palabras vacías que distorsionan la verdad de la Biblia, o cuando una persona usa la palabra de vida fuera de contexto para su propio beneficio.
Una persona que fomente la autoestima y el valor personal no esta enseñando una verdad bíblica, esta persona no esta enseñando acerca de la mansedumbre y la humildad, esta persona no está enseñando que el humilde será enaltecido y que el que se enaltece será humillado. En ves de esto, esta persona está enseñando el orgullo y el egoísmo.
Una persona, que promueve las riquezas y bendiciones materiales, no esta enseñando la verdad, esta persona no esta enseñando que debemos llevar nuestra cruz y seguir a nuestro Señor, que debemos amar a nuestro prójimo como Dios nos ama, y que hay que acumular tesoros en el cielo. En cambio, esta persona esta enseñando la idolatría y la actitud egocéntrica.
Una persona que fomente la exageración emocional es sólo un ilusionista que definitivamente no enseña la verdad bíblica, esta persona no esta enseñando a tener una mente sobria, esta persona no esta enseñando de los frutos del espíritu y los dones del espíritu, en su lugar, esta persona esta enseñando una falacia vestida de derramamiento espiritual. No hay nada malo con el fomentar las emociones en la audiencia, no hay nada de malo en el baile y alegría ante la presencia de Dios. Pero cuando un predicador utiliza el púlpito para incitar el entusiasmo y las emociones a niveles incontrolables, a fin de conducir al público a dar u ofrendar o hacer promesas o pactos, esto es pura manipulación, es cosa del diablo.
Yo podría decir mucho más sobre el tipo de predicador que no soy. Y esto lo hago por el interés de ser identificado como un predicador real, porque hay muchos de los hoy llamados predicadores que están empañando el don de Dios, que se han convertido en tontos y que están engañando a las multitudes y guiándolas hacia la perdición, y como consecuencia de esto, a veces me avergüenza tener decir a la gente que lo que hago es predicar. Sin embargo, me doy cuenta de que el problema no es con la predicación, sino con esos patéticos hombres y mujeres que han intercambiado la gracia de Dios por la vida mundana, al vender sus dones al mejor postor.
Yo soy un predicador, y yo me jacto de ser un predicador, porque yo predico la verdad que me fue dada por el Señor a través de su Palabra, porque yo predico la salvación y la restauración, y porque cuando hablo a mi público, yo no permito que mi mente decida qué es lo que se va a decir; Confío en el Señor, y en el Espíritu Santo quien guía mis palabras, hablo las palabras de sabiduría que están escritas en el libro más hermoso y maravilloso que jamás haya sido escrito.
Me centro en las enseñanzas de Jesús, tanto a través del nuevo como el viejo testamento de la Biblia,
Y me aseguro de mantener mi boca cerrada mientras el Espíritu Santo habla, de modo que todo lo que se dice, se dice para satisfacer una necesidad en el público, una necesidad identificada por Dios y llena por el Espíritu Santo.
Yo soy un predicador, y aunque me encanta la predicación, y aunque he sido bendecido con el don de la predicación, si un día llegara cuando no sea yo dependiente del Espíritu Santo para predicar, si un día llegara cuando predique yo otra cosa que no sea la verdad de la Biblia y el evangelio de Jesucristo, ese día voy a dejar de predicar, porque mi salvación no está en venta, y mi fidelidad a Dios es incondicional e irrevocable, y prefiero callar que no hablar la verdad.
Le doy la bienvenida a cualquier invitación para predicar en cualquier parte del mundo, siempre que Dios esté de acuerdo a ello!
Dios bendiga a todos.
Rev. José A. Luna
Siervo de Cristo Jesús
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