La palabra redención ha estado martillando mi mente y no he podido evitar escribir algo al respecto, por tanto aquí tienes.
¿Qué tanto sé acerca de la redención? Para empezar yo sé que la mayoría de los diccionarios la describen como el pago de una deuda atada a un objeto como en una casa de empeño, también sé que esta palabra representa la obra de Cristo en la cruz, para el pago directo y completo de la deuda de nuestras almas. Pero, ¿cómo es esto posible? ¿No pertenecen nuestras almas a Dios?
El problema radica en el hecho de que a pesar de haber sido nuestras almas hechas por Dios, están empañadas por el pecado, están podridas, sucias, enlodadas, Horriblemente deterioradas por la presencia del pecado en nuestras vidas, tanto el pecado original como los pecados personales que se han acumulado unos sobre otros. Y el Espíritu de Dios es más blanco que la nieve, y la justicia de Dios es perfecta, y la perfecta justicia de Dios no puede lidiar con un ser imperfecto. Nuestro rechazo de Dios nos descalifica para acercarnos a él, y cada uno de nosotros, los que pecan a propósito y los que dicen que no pecan, los que practican el mal y los que practican las buenas obras, los que viven una vida de crimen, y los que viven una vida de bondad, y cualquier persona en el medio, todos rechazamos a Dios cuando rechazamos cualquiera de sus mandatos, cuando violamos cualquiera de sus mandamientos.
Por lo tanto, para que todo quede muy claro, nadie, ni uno solo de nosotros califica para acercarse a Dios, ni siquiera por un millón de millas.
Como está escrito: "No hay un solo justo, ni siquiera uno; no hay nadie que entienda, nadie que busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, ni siquiera uno”. (Romanos 3:10-12)
Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios. (Romanos 3:23)
Es así de simple, una persona puede volverse a Dios, y hacer las cosas de Dios, y comportase bien, y hacer cualquier cosa imaginable para ganar el favor de Dios, y esa persona aún no reúne los requisitos para acercarse a Dios, en otras palabras, esa persona continua estando perdida, y su alma, que por derecho le pertenece a Dios, ahora está en un contrato de arrendamiento al diablo, esta atada a él por el pecado y esta a su disposición.
Esto es, por supuesto, a menos que el precio de esa alma sea pagado, a menos que esa alma sea redimida.
¿Y que podemos hacer para pagar ese precio? La respuesta a esa pregunta es; no podemos hacer nada. Como he dicho antes, no hay nada que podamos hacer para salir de esta prisión. Porque Dios es perfecta Justicia, y a fin de salir de ella la justicia de Dios tiene que ser satisfecha, el juez necesita golpear el martillo y el acusado tiene que ser condenado.
Ok, ¿Y ahora qué? Si no hay nada que podamos hacer para salir de ello, y si todos estamos destinados al infierno, ¿cómo podemos ser rescatados de la condenación eterna?
La Biblia dice:
Por lo tanto, no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús, porque en Cristo Jesús la ley del Espíritu de vida me ha librado de la ley del pecado y la muerte. Porque lo que la ley no podía hacer, ya que se vio debilitada por la carne, Dios lo ha hecho enviando a su propio Hijo en semejanza de hombre pecador para que el fuese una ofrenda por el pecado. Y de esta manera El condenó al pecado en el hombre pecador, a fin de que los justos requisitos de la ley fuesen cumplidos plenamente en nosotros, que no vivimos más según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. (Romanos 8:1-4)
En otras palabras, Cristo Jesús pagó el precio que había que pagar por nuestros pecados, y de esta forma cumplió los requisitos de Dios de perfecta justicia, y pago el precio por la redención de nuestras almas. Pero hay algo más.
Esta justicia de Dios se cumple por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen. (Romanos 3:22).
Para que nadie se jacte delante de Dios. Es gracias a él que estamos en Cristo Jesús, quien se ha convertido para nosotros en sabiduría de Dios, es decir, nuestra justicia, santificación y redención. (1 Corintios 1:29-30)
... Entró en el Lugar Santísimo una vez para siempre por su propia sangre, habiendo obtenido eterna redención. (Hebreos 9:12).
Ahí lo tienes, no podemos acercamos al trono de la gracia por nuestros propios medios, pero Dios envió a su hijo Jesucristo para hacer el camino para que nosotros podamos llegar a Él, Él sacrifico a su hijo para construir un hermoso puente entre Él y nosotros, un puente de redención a través del sacrificio en la Cruz, a través de la preciosa sangre de Jesús, el último sacrificio, el cordero de Dios.
En pocas palabras, esto significa que al abrazar a nuestro señor Jesucristo, al venir a sus pies en humilde arrepentimiento y convertirnos en seguidores de sus caminos, la rectitud de Cristo se convierte en nuestra rectitud, la justicia de Dios está plenamente satisfecha, y el precio de nuestros pecados es pagado en su totalidad.
Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvar al mundo a través de Él. El que cree en Él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado porque no ha creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios. (Juan 3:16-18)
Esa es la declaración más bella y significativa, y de mayor alcance en toda la Biblia. El que cree en Jesús no se pierde, mas tiene vida eterna.
El problema con esa declaración es que el diablo y todas sus fuerzas demoníacas creen en Jesús, y todos están destinados al infierno.
Entonces, ¿qué significa creer? El Señor siempre nos da las respuestas que necesitamos, porque su palabra dice "Que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación. "(Romanos 10:9-10).
Así que vamos todos a asegurarnos de que tenemos los requisitos de la salvación, vamos a acercarnos al Señor en humilde adoración y re-dediquemos a Él nuestras vidas, con sólo confesar con nuestra boca su señoría, y derramar nuestro corazón y nuestro amor en Él, y vamos a proclamar con poder que Jesucristo es el Señor.
Que el Señor Jesucristo sea siempre la luz que te guía, y que puedas siempre volver a la cruz para ver el alto precio que Él pagó por tu libertad y tu redención eterna
Rev. José A. Luna
Siervo de Cristo Jesús
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