Si le preguntáramos a un cristiano si él o ella conocen a Dios, la respuesta más probable es que sí, y con toda probabilidad, él o ella nos diría que Dios es omnisciente, omnipresente, omnipotente, que Dios es compasivo, misericordioso, amoroso, justo. También hay una posibilidad de escuchar que Dios es nuestro proveedor, nuestro sanador, nuestro estandarte, y así sucesivamente. Y sin duda es importante estar consciente de todos estos atributos de Dios, el hecho de que los conozcamos nos ayuda a comprender en cierta medida quién es Dios.
Pero si le pidiésemos a una persona que describa a su padre probablemente escucharíamos algo así:
Él es amable, y atento a todas mis necesidades, el es tierno y cariñoso y siempre me siento seguro cuando estoy cerca de él, él es un hombre muy responsable y honesto y enfocado y dedicado, es como si siempre conociera todas mis necesidades incluso antes de que le pregunte, y si estoy enferma siempre está preocupado y se mantiene pendiente de mí, tratando de alentarme y hacerme sentir mejor. A menudo he sentido como si el quisiera estar enfermo en mi lugar, él me quiere mucho, y sé que haría cualquier sacrificio para mí, incluso asta su propia vida.
O la respuesta podría ir en la dirección opuesta: Él es un idiota, irresponsable, deshonesto, un borracho, nunca está allí para mí, nunca tiene nada bueno que decir, siempre contradictorio, controlador, manipulador, egoísta, nada le importa, excepto de sí mismo, yo podría estar muriendo y no me traería una pastilla. El no sabe si yo estudio o trabajo, o lo que hago, a veces pienso que el ni siquiera sabe si estoy vivo. Él nunca haría ningún esfuerzo para hacer nada por mí.
Suena familiar?
Todos tenemos padres, y si alguna vez les conocimos o no, o sea que hayan sido buenos o malos padres, ellos siempre juegan un papel importante en lo que somos, a veces el papel no es más que genético, otras veces, especialmente cuando están cerca durante nuestros años de desarrollo, adoptamos una gran parte de sus personalidades, hábitos, rasgos, creencias, manerismos, y de una manera u otra en muchas de nuestras características nos volvemos como ellos.
De ahí la importancia de conocer verdaderamente a Dios. Pues ser familiares con algunas de las características de Dios no nos hace conocedores de su verdadero carácter, y conocerle verdaderamente implica que eventualmente adoptaremos muchas de sus cualidades.
Cuando nos enfocamos en estas dos opuestas descripciones de un padre, muchos de nosotros de inmediato se identificará con una de ellas, y si reflexionamos pausadamente sobre la importancia de estas descripciones, nos daríamos cuenta de que muchas veces le atribuimos a Dios el carácter que hemos visto en nuestros propios padres, haciendo que tengamos una percepción parcializada y muchas veces negativa de nuestra identificación con Dios.
De ahí la importancia de nosotros re-aprender, y conectar con nuestro Dios y padre celestial de una manera fresca e imparcial, sin perjuicio de todas las experiencias anteriores con nuestros padres humanos.
Porque mientras nos acercamos a Dios, y cuando realmente llegamos a conocerlo, iremos descubriendo atributos y cualidades inexistentes en nuestros padres humanos, no importa lo buenos que estos sean, descubriríamos un amor y un cariño que va más allá de la comprensión, una dedicación que desafía la racionalidad, y una preocupación y atención que sobrepasa todo entendimiento humano.
Conocer a Dios va más allá de nuestros sentidos humanos a límites espirituales que incluso deconstruyen toda comprensión de la espiritualidad, ya que podemos ver y sentir y oler y oír, e incluso saborear el amor sobrenatural que Dios tiene por nosotros, podemos absorberlo a través de nuestra piel y ser impregnados con el. Es como una disposición contagiosa, que nos hace reír involuntariamente y darnos cuenta que la vida es perfecta más allá de la perfección, incluso en medio de todas sus imperfecciones. Porque entonces comprendemos que podemos depender de Él como no podríamos depender de ningún ser humano, entonces sabemos con certeza que podemos confiar en Él en todos los aspectos de nuestra vida muy por encima de todas las circunstancias, entonces sabemos que Él está allí y siempre estará allí contando cada una de nuestras respiraciones, escuchando cada latido de nuestro corazón, deleitándose en nosotros cuando aprendemos sus maneras, y adoptamos sus rasgos, a menudo amándonos desbordantemente, a menudo haciendo pequeños ajustes en nuestra vida y guiándonos y aconsejándonos y haciendo las necesarias correcciones, a menudo estricto cuando nos se deslizamos por caminos equivocados. Pero Él siempre está allí, siempre está presente siempre susurrando en nuestros oídos lo mucho que nos ama.
Y a medida que Él crece en nosotros, y nosotros crecemos en él, toda las tormentas en nuestras vidas se convierten en triviales, irrelevantes, todas las objeciones a vivir una vida santa y una vida de amor y compasión por los demás desaparecen, ya que poco a poco nos empapamos en la naturaleza de Dios y llegamos a ser mucho más como él.
Desafortunadamente, aquellos de ustedes que todavía no tienen una relación con Jesús, tienen pocas posibilidades de comprender estas cosas.
La buena noticia es que todos tenemos acceso a esta desbordante riqueza de paz y amor y vida victoriosa. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su único hijo para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16)
Rev. José A. Luna
Siervo de Cristo Jesús
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