sábado, 4 de diciembre de 2010

Anatomía de un Apóstol!

Durante las últimas semanas he estado reflexionando sobre la nueva tendencia entre los líderes cristianos en ser "re ungidos y reenviados a una nueva jornada" que ellos llaman apostolado. Por lo cual he decidido investigar el asunto para determinar la base de esta tendencia, y la referencia bíblica a la misma.
En esencia, tenemos la referencia propuesta por los cuatro evangelios en que Jesús designa a los 12 discípulos como los apóstoles (Mateo 10:2-4, Marcos 3:13-19, Lucas 6:12-16).
Sin embargo, si conocemos nuestra Biblia recordaremos que Jesús vino a servir al pueblo de Israel, su ministerio se centró en la iniciación de la iglesia, pero su mensaje era exclusivo para los israelitas, porque él vino a cumplir la ley no a abolirla. En otras palabras, a lo largo de su vida, Jesús estuvo, como judío que Él era, atado a las normas y reglamentos de la ley de Moisés, y todo lo que hizo en su vida humana, lo hizo en acuerdo con estos reglamentos.
Porque la ley fue dada por Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. Juan 1:17.
La obra redentora de la Cruz trajo consigo el establecimiento del nuevo pacto. El velo se rasgó y ya no se necesitan sacrificios ceremoniales y rituales para alcanzar a Dios, pues a través de Jesús nos hemos convertidos en hijos, y herederos del Reino de Dios.
Y a través de ese mismo pacto: Dios nos resucitó con Cristo y nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús, para que en los siglos venideros El nos pueda mostrar las riquezas de su gracia, expresada en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. En consecuencia, ya no somos extranjeros y extraños, sino conciudadanos de los santos y también miembros de su casa, edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular. (Efesios 2:6-7, 19-20).
Y en El estamos siendo construidos (edificados) para convertirnos en un (hogar) templo en el que el Espíritu de Dios vive.
Estamos siendo construidos, y con el fin de construirnos (edificarnos) es necesario que poseamos ciertos dones que el Señor Jesucristo dejó cuando ascendió al cielo.
En Efesios 4: 7-13 nos encontramos con que a cada uno de nosotros se le ha dado la gracia (los dones) que Cristo ha repartido de acuerdo con sus propósitos. Y él nos dio los ministerios fundamentales de la iglesia como los dones que nos dotaran para la obra del ministerio, para que su iglesia pueda crecer, hasta que todos lleguemos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, y nos convirtamos en adultos (cristianos maduros), a la completa medida de la plenitud de Cristo.
Esta porción de las Escrituras nos explica claramente los dones y sus propósitos.
El que descendió es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo. Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo. (Efesios 4:10-12).
Y estos ministerios no cesarán hasta que alcancemos la plenitud de Cristo, es decir, hasta que todos seamos levantados con él en las nubes al cielo.
La novia necesita madurar, y los cinco Ministerios sirven como el instrumento con el que los ministros del Evangelio hemos de llamar, equipar y enviar a otros de acuerdo con sus mandamientos, hasta que la plenitud de Cristo sea alcanzada en el Cuerpo, que es su iglesia.
En efecto, "todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? Y ¿cómo se puede predicar si no son enviados? "Como está escrito:"Cuán hermosos son los pies del que trae buenas nuevas" (Romanos 10:13-15)
Un apóstol es un heraldo, un mensajero con la noticia del Reino, quien va a el nuevo campo para sembrar la semilla del evangelio. Un evangelista le echa agua a las semillas, para que puedan empezar a brotar. Un pastor y maestro son para alimentar a las plantas pequeñas para el crecimiento y el desarrollo. Un profeta traerá palabras de aliento y corrección. Y como dice Pablo en 1 Corintios 3: 6, "Dios da el crecimiento".
Todo diccionario Bíblico describe un apóstol como un enviado. La palabra viene del griego ἀπόστολος (apostolos), que significa mensajero, delegado, y se traduce al latín missio, a partir de la cual se deriva la misión y la palabra misionero.
El término se utiliza para referirse a una persona que se envía donde otras personas como mensajero en una misión o tarea.
En La Biblia, el término apóstol nos muestra dos usos, un uso limitado restringido a los doce elegidos por Jesús, uno de ellos lo traicionó y fue reemplazado por los once en un acto que deja un signo de interrogación, pues el duodécimo elegido, nunca fue mencionado de nuevo en el Nuevo Testamento. (Hechos 1:15-26), y Pablo, quien fue elegido por Jesús después de Su resurrección para ser enviado a los gentiles. (Hechos 9:1-19)
En un uso más amplio el término se aplica a Bernabé (Hechos 14:14) Silas y Timoteo (1 Tesalonicenses 1:1, 2:6), Apolo (1 Corintios 4:9) y otros a lo largo de las epístolas.
Sin embargo, en todos los casos el término se aplica a aquel que es enviado por el Espíritu Santo a un territorio desconocido a nuevos lugares donde el Evangelio no ha sido predicado o se conoce apenas.
La Biblia nos enseña que el ministerio apostólico no es uno de gracia, sino de compromiso, no de comodidad, sino de la dificultades, no es un ministerio de beneficios materiales, sino de beneficios espirituales, y que expone al apóstol a las consecuencias naturales de la propagación de las noticias del reino de Dios en lugares donde otras creencias religiosas son predominantes, a la persecución, el maltrato, encarcelamiento e incluso la muerte.
Pablo nos dice en 1 Corintios 4:11, al hablar de él y Apolo como Apóstoles: Hasta el día de hoy padecemos hambre y tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados y no tenemos lugar fijo donde vivir. Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y respondemos con bondad; hemos venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todos.
Al mismo tiempo, los apóstoles se refieren en sus epístolas a los muchos engañadores que usan el evangelio por las ganancias materiales, e incluso Jesús nos enseña en los evangelios acerca de esto.
Jesús nos advirtió: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo, 'Yo soy', y engañarán a muchos. (Marcos 13:5-6)
Pablo nos dice: Porque si alguien viene a usted predicando a otro Jesús que el Jesús que he predicado, o si recibís otro espíritu que el Espíritu que habéis recibido, u otro evangelio diferente del que habéis aceptado, bien fácilmente lo toleráis. No creo que en nada haya sido inferior a estos "súper-apóstoles." (2 Corintios 11:4-5)
Pedro nos dice: Pero han habido también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros... En su codicia estos maestros harán mercadería de vosotros con historias inventadas. (2 Pedro 2:1, 3)
Juan nos dice: Salieron de entre nosotros, pero en realidad no eran parte de nosotros. Porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros, pero salieron para que se manifestara que no todos son de nosotros. (1 Juan 2:19)
Judas nos dice: Pues ciertas personas cuya condena fue escrita hace mucho tiempo se han infiltrado entre ustedes. Son impíos personas, que convierten la gracia de nuestro Dios en una licencia para la inmoralidad... (Judas 4)
Incluso los profetas de la antigüedad nos advierten contra aquellos que traen el engaño y los conflictos y que utilizan el nombre del Señor con fines egoístas.
Y con tantas advertencias, Dios nos ha dado motivos de preocupación para cuidarnos de los peligros del engaño dentro de los muros de la iglesia.
Aquellos que utilizan el nombre del Señor para su beneficio personal ya están condenados.
Si los millones de dólares que la iglesia utiliza para construir grandes catedrales y casas de palaciegas y comprar vehículos de lujo y trajes suntuosos fueran usados para la propagación del evangelio, no quedarían muchos lugares en el mundo por evangelizar.
Pero la codicia y el orgullo y la arrogancia se han apoderado del corazón de muchos de los que se llaman hijos de Dios y ministros de la palabra. Y los de abajo ven lo que los de arriba están haciendo, y se llenan de envidia y deseos pecaminosos, y terminan imitando, modelando la vida de los malvados que están en constante blasfemia el nombre del Señor. Y la iglesia penetra más en la idolatría y la perversión, y cada día, más de los hijos de Dios están persiguiendo las posiciones y el prestigio y el reconocimiento humano. Y las ovejas se confunden y se descarrían, y los ángeles lloran en el cielo por la aberración, la distorsión total del propósito de Dios para su iglesia.
Un apóstol no es más que un hombre enviado por Dios en una misión, y quien esta dispuesto a sacrificarlo todo por el nombre de Jesús, y quien iría sin mudas de ropa o sandalias a los lugares remotos del mundo donde el Evangelio aun no ha llegado, y estaría dispuesto a morir si es necesario para la gloria de Dios.
Veamos entonces hermanos, por encima de las ganancias terrenales, y vamos a abrazar el poder del Espíritu de Dios que esta en nosotros y a estar dispuestos a morir por el Señor, porque si somos fieles ministros del Evangelio, para nosotros el vivir es Cristo y morir es ganancia.


Rev. José Antonio Luna
Siervo de Cristo Jesús

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