Es curioso
cómo hace tres meses estábamos todos emocionados y motivados en la familia sobre
el desarrollo de nuestra vida en Milton. Sobre nuestras grandes expectativas, el
crecimiento en una relación más estrecha con la congregación en la iglesia, en la
terminación de nuestro sótano, la cual nos daría más espacio para nuestra
oficina, sobre la integración de los niños al programa de inmersión en francés en
la escuela, y la lista continúa.
Y entonces
Dios empieza a darnos señales de un próximo movimiento, pequeños fragmentos de revelación,
los cuales, acostumbrados como hemos crecido a verlos, son difíciles de
ignorar. Sabiendo que, como en tiempos anteriores, esto significaba que nuestras raíces estaban siendo desarraigadas
una vez más. Este sentir nos dejó sólo un recurso, orar; y orar es lo que
hicimos, por varias semanas estuvimos orando con las mismas palabras,
"hágase tu voluntad Señor, estamos dispuestos Señor, sean cuales sean las
consecuencias". La respuesta no nos dejó esperar mucho tiempo.
En primer
lugar, una potencial asociación con un antiguo asociado y la cual me habría
arraigado en el negocio de las computadoras por mucho tiempo se vino abajo en
un instante, y luego una serie de eventos inesperados, literalmente, nos liberaron
de nuestras obligaciones contractuales en nuestra casa.
Y luego
vino el llamado. En esa mañana de abril me desperté obsesionado sobre una
situación familiar la cual tornaba nuestra atención a la República Dominicana,
por cerca de una hora estuve meditando sobre este asunto, y pensando en las
implicaciones, ya que tratar de resolver este reto requeriría un compromiso a
largo plazo. Esa misma mañana mi esposa me conto, casi a regañadientes, el
sueño, (o la visión, pues ella no podía identificar si había sido una o la
otra) que había tenido esa noche. Y aun cuando ella ya había entendido su
significado, me explico lo que vio y me dejó a mí decidir la interpretación. Mas,
aun antes de haber ella terminado de hablar ya sabía yo la implicación de este sueño.
Teníamos
que ir a la República Dominicana dentro de aproximadamente tres meses y nuestra
ida sería probablemente permanente. O por un período muy largo.
Nos miramos
el uno al otro, y sin decir una palabra ya habíamos acordado lo que iba a pasar.
Por supuesto que estábamos aterrorizados, especialmente por lo que esto
implicaba para los niños, y con respecto a nuestra presente situación
financiera, esto sería una completa locura.
Pero el
Señor nos dijo vayan y nosotros teníamos que ir. Esa parte no requirió
discusión alguna, la pregunta más grande era el cómo. Así que una vez más,
hicimos lo que cualquier sensible hijo de Dios hubiese hecho en estas
circunstancias. Oramos.
Durante toda
una semana clamamos a Dios en busca de respuestas, confirmaciones,
equipamiento, suministro, clamamos a Dios por todo lo que pensamos que debía ser
incluido en la oración, pero, en verdad, principalmente suplicamos, pedimos que
todo esto fuera un malentendido, y que no fuese necesario ir a ninguna parte,
pero nunca oramos por no ir, nunca dijimos que no estamos dispuestos, porque dispuestos
sí estábamos. Ciertamente teníamos el miedo a lo desconocido metido en el corazón,
el cual trataba de hacernos dar vuelta y correr rápido en dirección opuesta. Mas
eso es algo que no estábamos dispuestos a hacer.
Sin
embargo, en el tercer día de nuestras oraciones, recibimos una llamada
inesperada de una amiga de quien no habíamos oído por más de 3 años, ella me
estaba ofreciendo un potencial trabajo en la República Dominicana el cual si
tuviera lugar, eliminaría todos nuestros temores financieros, y si bien esto era
sólo un gran quizás, nosotros lo recibimos como una señal, y, no habiendo
tenido otra palabra del Señor. Al final de la semana, decidimos consultar con
los ancianos.
Mi primera llamada
la hice a la Republica Dominicana, a uno de mis amigos más queridos el Pastor
Juan, quien al escuchar la revelación no tuvo que pensar mucho acerca de su
significado. Todo lo que dijo fue: "Dios te quiere aquí, te veré pronto
hermano". Luego consulté a otro amigo en Scarborough, el Pastor Moisés, quien
tuvo la misma respuesta para nosotros. No hay nada que pensar. Lo único que preguntó
fue; cuando te vas? Finalmente hablamos con nuestro amigo y Pastor Sam. Sus
palabras fueron tranquilizadoras, y su afirmación era lo que necesitábamos para
tomar la iniciativa y empezar a prepararnos.
Nuestro
mayor desafío ha sido y continua siendo el respaldo financiero, Pero ese, así
como todas las demás interrogantes de esta naturaleza, las hemos depositado a
los pies de Cristo, en el trono de gracia, sabiendo que aquel que nos envía es
capaz de satisfacer todas nuestras necesidades.
Porque yo
sé a quién he creído, y estoy convencido de que Él es poderoso para guardar mi
depósito para aquel día. 2 Timoteo 1: 12b
Todavía
estamos a dos meses de nuestro traslado a la República Dominicana, pero no hay
vuelta atrás, algunas cajas ya han sido enviadas, y hoy nuestras camas se van
junto con algunos otros artículos personales, y el 29 de julio vamos a tomar
nuestras cuatro mochilas, los pasaportes y los billetes de avión, y marcharemos
al aeropuerto.
¿Qué vamos
a encontrar en el otro lado? Aún no sabemos a ciencia cierta, porque aunque
hemos estado planeando y contactando amigos e iglesias y ministros y
organizaciones, y localizando escuela para los niños y un lugar para vivir,
etc. sólo Dios conoce Su plan final, y exactamente lo que Él hará, eso lo
sabremos cuando lleguemos allí.
Y a aquel
que es capaz de establecernos, de acuerdo con Su Evangelio, el mensaje que Proclamamos
acerca de nuestro Señor Jesucristo, de acuerdo con la revelación del misterio
oculto desde tiempos eternos, pero ahora revelado y dado a conocer a través de
los escritos proféticos por el comando del Dios eterno, para que todas las
naciones puedan llegar a la obediencia que viene de la fe. ¡Al único y sabio Dios,
sea gloria para siempre a través de Jesucristo! Amén. Romanos 16: 25-27 (énfasis
agregado por mi)
José A. Luna
Un siervo de Cristo Jesús
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