Recuerdo el
año 1999, porque fue un año trascendental para mi vida; La razón principal de
esto fue que perdí todos mis ahorros, casi un millón de dólares, en una empresa
de publicaciones la cual había comenzado en 1997. Este revés me obligó a
empezar de nuevo, con sólo un par de miles de dólares que me quedaban. Fue en
ese mismo año, en que empecé el negocio que me llevaría a través de los
próximos siete años, y hasta que comenzamos nuestra vida misionera. También fue
el año en que la película ‘Matrix’ fue estrenada en cines.
Mi
reflexión sobre estos eventos radica en mi profunda creencia en que nuestro
modo de pensar es más poderoso que cualquier circunstancia que pueda afectar nuestra
condición o estado o posición, y que cualquier circunstancia que pueda causar
aflicciones momentáneas o dolores, e incluso profundo sufrimiento. Esto es
importante porque en esos días, al igual que hoy en día, yo creía que una
persona puede lograr cualquier cosa que él o ella se proponga, siempre y cuando
fijen su mente en ese propósito, en ese objetivo, independientemente de las
condiciones externas.
Sin
embargo, también creo que una mente tan poderosa como la que el Señor nos ha
dado, puede ser fácilmente abatida, desanimada, distraída, e incluso descarrilada,
por condiciones externas, que son típicamente absolutamente fuera de nuestro
control, esto es, por supuesto, si se lo permitimos. Y nótese que dije, si se
lo permitimos.
Lo que quiero
decir es que nosotros tenemos control sobre nuestra mente, soy un verdadero
creyente y me atrevo a afirmarlo como un hecho, que realmente podemos ser reyes
y reinas del dominio de nuestra mente, si elegimos serlo.
Uno de los
mayores dones que Dios ha dado a la humanidad es el libre albedrío. Sin
embargo, una gran parte de la población del mundo vive en la confusión y el
desdeño e incluso la ignorancia del poder que se nos ha dado en el libre
albedrío. Porque Dios quiso que tuviésemos una opción, no sólo en la elección
del árbol de la vida sobre el árbol del conocimiento del bien y el mal, pero más
aún, en todos los aspectos de nuestra vida sin importar cuan infinitesimal
estos sean. Y lo mejor de todo esto es, Él nos dio la sabiduría para elegir nuestros
caminos apropiadamente, para que aprendamos a vivir en la gracia y a escoger bendición
en lugar de maldición.
Sin
embargo, constantemente, una vez tras otra escogemos la maldición, elegimos el
conocimiento del mal y escogemos la condenación. ¿Por qué es esto?
Veamos la
Biblia por un momento y ver lo que dice al respecto.
En 2
Corintios 10: 3-5 leemos: Pues aunque vivimos en el mundo, no libramos batallas
como lo hace el mundo. Las armas de nuestra milicia no son las armas del mundo.
Por el contrario, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas.
Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de
Dios, y llevando cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo.
Esta es una
declaración extraordinaria, la cual Pablo hace a los Corintios, una declaración
audaz y reveladora de hecho. La pregunta es, ¿estamos nosotros en condiciones
de repetir y aplicar estas palabras a nuestras vidas?
Recordemos
también que Pablo dijo a los corintios que la sabiduría del mundo es necedad, y
los que se someten a Dios tienen sabiduría que viene de Dios!, ¿cuál es la
diferencia?
Mi audacia
y astucia empresarial y mi resiliencia y capacidad de recuperarme rápidamente
en los negocios siempre se basó en la sabiduría del mundo, en premisas mundanas,
en conocimiento y experiencias aprendidas del mundo, en todo esto había un
ingrediente que brillaba por su ausencia, Cristo
en mí, la esperanza de gloria.
Jesucristo
no estaba en el centro de mi vida, o en el de mis procesos mentales, o en el
centro de mis decisiones, Él no era la fuente de mi sabiduría y, por consiguiente,
estos estaban contaminados, y todas mis decisiones eran sólo aparentemente
sabias. Aunque podía yo sentir el poder de mi astucia empresarial en acción, y cada
paso que daba era confiado y seguro, teniendo conocimiento de que cada decisión
era la correcta, y la voluntad y la confianza de asumir riesgos
despreocupadamente sobre la base de los muchos años de experiencia y de estudios.
Sin embargo, todo era como un juego de azar, un juego bien pensado y
cuidadosamente planeado de hecho, no obstante, un juego de azar, una apuesta en
la que yo tenía un cincuenta por ciento de posibilidades de ganar, una decisión
de libre albedrío con dos resultados posibles, y Dios siempre sabía de qué lado
la moneda caería, Mas esto yo no lo veía, pues yo pensaba que era un genio,
capaz de ver paso por paso como resultarían las cosas. Nunca me preocupé por incluirlo
a Él en la ecuación. Yo no estaba consultando al único que podría inclinar la
balanza hacia mi lado,
Si estamos
familiarizados con la historia de la Biblia, entenderíamos rápidamente que la
sabiduría sin Dios no es sabiduría, es tontería. Abraham sabía algo que el
resto del mundo no sabía, su secreto era, que él tenía una relación cercana con
Dios. Moisés tenía algo que el resto de los hijos de Israel no tenían, él era
un amigo de Dios. El Rey David tenía una relación especial con Dios. Del mismo
modo, podemos ver el denominador común en todas las instancias de los grandes
personajes de la Biblia (debo aclarar que me refiero a la grandeza espiritual)
Moviéndonos
rápidamente al pasado reciente, hasta nuestra primera misión a D. R. en julio
de 2006. Después de más de 20 años de "no muy cristiana" vida en
Canadá, viviendo como un empresario, y usualmente disfrutando las bendiciones y
prosperidad que el trabajo duro y la sabiduría del mundo ofrecen, llegué a la R.
D. con la idea de que yo podría revolucionar el cristianismo con mis grandes
habilidades empresariales y con el conocimiento que "Dios me había
proporcionado"
Una vez
más, con la misma vieja actitud ‘valiente y decidida’, empecé una nueva empresa
en la R.D. excepto que esta vez lo hacía "para Dios" con esta intención
en mente, una ONG fue constituida y se desarrollaron grandes planes y
estrategias, y este gran Ministerio comenzó a entrenar a cientos de niños
pobres de la nación en aspectos de moral y ética y habilidades para la vida y en
el conocimiento de Cristo. Todo parecía perfecto, y el programa creció
rápidamente y miles de niños fueron inscritos en estos programas. Yo había
invertido cada centavo que tenía nuestra familia; pues estaba convencido de que
esto no podía ser una mala inversión, ya que yo estaba invirtiendo en el reino
de Dios. Excepto que, a pesar del hecho de que orábamos en todas las reuniones,
que adorábamos a Dios fervientemente, que rendíamos a los pies de Cristo Jesús
cada acción que tomábamos, y todas las inversiones y compras que hacíamos, a
pesar del hecho de que yo pasaba horas diariamente orando y leyendo las
escrituras.
Yo no había
dejado de ser el empresario arrogante, omnipotente y diestro que sabía cómo
iniciar y manipular un negocio, cómo hacer que las cosas funcionaran de manera
precisa. Y en este caso, nada era diferente. Yo tenía la intención de mostrarle
a Dios lo inteligente que era, y cuánto podía yo hacer por su reino. Y el Señor
permitió que yo me metiera cada vez más profundamente en este agujero de
arrogancia, el cual tenía solo una salida; hasta que me había gastado hasta el
último centavo que teníamos. Y entonces nos estrellamos, como vasija de barro
contra una pared de hierro, rompiéndonos en mil pedazos.
Después de
18 meses, y miles de dólares prácticamente desperdiciados, me encontré llorando
una mañana, molido, rogando a Dios que me perdone y pidiéndole otra
oportunidad. Sobra decir que el Señor respondió a mis oraciones, aunque en sus
propios términos; Él me consiguió un trabajo como productor de una revista, y
envió al pastor David a rescatarme, y para que me ayudara a continuar con el
Ministerio.
Más de diez
años han pasado desde aquellos días, y creo que finalmente, recientemente, por fin
he obtenido una visión de la lección que el Señor ha estado tratando de
enseñarme.
A lo largo
de todos estos años y, a pesar de las abundantes bendiciones de Dios en
nuestras vidas, y de las grandes hazañas que Él nos ha permitido vivir para su
gloria, mis batallas personales han sido en su mayoría, acerca de dejar ir ese
espíritu independiente que limita el trabajo que Él quiere hacer en mí, y
mientras Él continúa eliminando fortalezas y rebeldías en mi vida, aun continuo
encontrando rasgos ocultos y pensamientos mundanos, que deben de ser sometidos
al conocimiento de Cristo.
Sin
embargo, esta mañana el Señor me ha dicho simplemente, "deja las inútiles batallas
para lograr lo que ya yo he logrado" y estoy una vez más vergonzosamente
humillado por la realidad de que su obra en nosotros no se hace por completo
hasta el día de Cristo.
Ayer en la
noche estaba escuchando uno de los sermones de Bill Johnson, en el cual él dice
que el escudo de la fe nos es dado para detener los dardos de fuego del
enemigo, sin embargo, la espada del espíritu, que es la palabra de Dios, es el
tipo de espada corta similar a la utilizada por los romanos en los tiempos de
Jesús, y que esta espada se utiliza a menudo para extraer esas flechas que no
han podido ser detenidas por el escudo y han herido al soldado, de la misma
manera, debemos usar la espada en nosotros, para extraer los dardos que nos
hieren, porque sólo la palabra puede hacer eso.
Lo que
creemos nos hace ser lo que somos y lo que creemos, establece las pautas para
el condicionamiento de nuestra mente, cuando nuestras creencias son debilitadas,
nuestra identidad se ve afectada, y nuestro propósito se desenfoca y se distrae.
En segunda
de Corintios 5:17 nos encontramos con que cualquier persona que está en Cristo,
nueva criatura es, las cosas viejas pasaron y todas son hechas nuevas
Dios no
puede funcionar con eficacia en una mente llena de fortalezas, inundada con
creencias torcidas, y agobiada por sabidurías mundanas, o con las viejas
tradiciones y patrones que controlan nuestros procesos mentales; por lo cual,
en lo adelante, debemos someter nuestra mente a Dios, someter cada uno de
nuestros pensamientos al conocimiento de Cristo, someter a pruebas todo
pensamiento en base a la medida de las
Escrituras, antes de que estos puedan crecer raíces en nuestra mente. Debemos
eliminar todo condicionamiento mental que no permanece en Cristo, que no
responde al filtro de las Escrituras.
Entregarnos
a Cristo, y ser transformados por la renovación de nuestra mente, es el único
camino hacia una vida de victoria; no de victoria mundana que es fugaz y vana y
vacía y sin sustancia, pero la victoria espiritual, según Dios, la cual nos
viste con la sabiduría de Dios, y que es eterna.
Que el
Señor te bendiga y te guarde!
José A. Luna
Ministro de Cristo Jesús