sábado, 3 de noviembre de 2012

ESTA CASA EN QUE VIVIMOS!

Cuando una persona o una familia compra una casa, siempre es un motivo de alegría, hay un sentido de orgullo en la propiedad, y aunque aun quizás esta  está atada a una hipoteca, el registro esta en su nombre, y usted  está pagando contra su cuenta, está invirtiendo en su propia vivienda para ahora y para el futuro.
Cuando un niño es concebido en el vientre de una mujer, un acto espiritual se lleva a cabo junto a la concepción, Dios crea un alma que habita la nueva casa que empieza a tomar forma en el vientre materno.
Así bien, la concepción es la creación de una vida, un alma que Dios concibe. Lo que un hombre y una mujer hacen en lo natural, pone en marcha la creación de un nuevo cuerpo que servirá de morada para el alma que Dios ha creado.
Y no importa el color o la forma o el tamaño o el sexo de este nuevo cuerpo, y no importa si este es alto o bajo o perfecto o imperfecto, no importa si le falta una extremidad o un ojo o la nariz, el  alma que Dios ha creado para habitar este cuerpo es siempre completa, es siempre perfecta. Y esta alma viene equipada con un conjunto de habilidades y dotada con un propósito prestablecido diseñado por Dios.
Mas nuestra naturaleza caída ha causado que nuestro entorno y la sociedad en general nos vean solo como lo que se puede ver en lo natural, en el exterior, y ha atribuido al cuerpo y su apariencia todo el valor de una vida, es decir, le hemos transferido a la casa los valores de la persona. Esto equivale a decir que: Yo soy mi casa y mi casa soy yo! Este pensamiento nos ha encausado a convertirnos en esclavos de nuestros cuerpos y de sus impulsos naturales. Es Como vivir en una casa rota, y pasar el tiempo tratando de repararla, sabiendo que no es nuestra y no sabemos como. Pasamos nuestros días buscando complacer los deseos de nuestros cuerpos, tratando de arreglar las grietas y los agujeros y las tuberías rotas.
La cosa es que, en lo natural, podemos ser dueño de una casa hecha de ladrillos y cemento, y habitar en ella toda una vida, e incluso transferirla a nuestros hijos, pero en lo espiritual siempre somos inquilinos, nuestro cuerpo, la casa en la que habita nuestra alma no es nuestra, es sólo una morada temporal en la cual nos es permitido permanecer por un tiempo, y con el fin de ejercitar las habilidades que hemos recibido, y así cumplir el propósito que Dios nos tiene asignado, y si ejercitamos o no nuestras habilidades, y si cumplimos nuestro propósito o no, al final de nuestra jornada vamos a ser desalojados.
Algo que debemos tener en cuenta es el hecho de que tenemos la opción de escoger la casa que habitaremos cuando partamos de nuestro cuerpo actual, pues el lugar de nuestra eterna habitación depende totalmente de nosotros.
Cuando el rey David fue afirmado en su reino y, finalmente, construyo para si una casa de cedro, un palacio real, en su corazón nació la necesidad de construir una casa para el Señor, (2 Samuel 7) sin embargo, el Señor le dijo que no era su tarea el construir una casa para Dios. Y añadió: "El Señor dice que el Señor mismo va a establecer una casa para ti". En su pensamiento natural David interpreto en este mensaje que su reino sería transferido a sus hijos y que su hijo iba a construir una casa para el Señor, lo cual fue cierto. Pero Dios le estaba revelando que El crearía un cuerpo en el que el mismo habitaría, en nuestro Señor Jesucristo, un descendiente natural de David, y, un hijo espiritual de Dios.
"Él es el que edificará una casa a mi nombre, y yo estableceré el trono de su reino para siempre." (V 13)
Y Pablo nos dice en 2 Corintios 5:1 Ahora sabemos que si la tienda terrenal en que vivimos se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa eterna en el cielo, no construida por manos humanas. Y, además, él dice: Por tanto, vivimos confiados siempre, y sé que mientras estamos en casa en el cuerpo, estamos ausentes del Señor. Vivimos por fe, no por vista. Estamos seguros os digo, y más quisiéramos estar fuera del cuerpo, y presentes con el Señor. Así que es nuestra meta el agradarle, ya sea que estemos en casa en el cuerpo o fuera de él. Porque todos nosotros debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda de acuerdo con lo hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o malo. (2 Corintios 5:6-10).
Una casa de madera o de ladrillo y mortero puede durar cientos de años, pero ninguna cosa que vive en el medio natural dura para siempre; de la misma manera, nuestro cuerpo, la casa en que vivimos, es también temporal, y durará quizás 70, 80, tal vez 100 años. Hay una morada eterna que Dios ha preparado para usted, un hogar en el que usted está destinado a vivir para siempre.
Jesús nos dice: En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho. Voy pues a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. (Juan 14:2-3 NVI).
Tome estas palabras a pecho, y dese cuenta de que nuestro cuerpo es una casa en continuo deterioro, y que no importa que tantas reparaciones le hagamos, pronto se derrumbará y vamos a pasar a una nueva casa, y debo anunciarles que sólo Jesús les puede llevar a su morada eterna de paz y gozo perpetuo, y que cualquier otra opción conduce a la oscuridad y la perdición!.
En cuanto al hombre, sus días son como la hierba, como una flor del campo, así que florece. Pasa el viento sobre ella, y perece, Y su lugar no la recuerda más. Mas la misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen, y su justicia sobre los hijos de los hijos, (Salmo 103:15-17)

Rev. José A. Luna
Un amigo Siervo de Cristo Jesús